El final de La Plata fue el comienzo de la aventura.
Ahora que me pongo a pensarlo, todo cambió después de esa foto. Pero antes de seguir con la historia, creo que es el momento de hablarte de mi compañera de viaje.
Créeme, te va a gustar.
¿Qué significa Iskándara?
Cuando Iska dice su nombre, la gente le pregunta “¿Y qué significa?”. He escuchado esa preguntas tantas veces, que la propia pregunta ya forma parte de su nombre.
Y la explicación también.
Iskándara significa Alejandra en árabe. O eso es lo que le dijo su papá biológico una vez. Ella nunca le creyó, hasta que un día conoció a un señor muy mayor en unautobús que, al escuchar su nombre exclamó:
— ¡Iskándara significa Alejandra!
Y entonces ella se dió cuenta de que su papá biológico no le había mentido.
Me tomo la molestia de explicarte esto, para que cuando la conozcas ya lo sepas. Y puedas pasar a la siguiente pregunta, que suele ser.
¿Haces circo?
Me gusta mucho la lógica aplastante con la que Iska encontró el circo.
Ella salió de su casa al día siguiente de cumplir 18 años. Le dijo a su madre:
— Mamá, me voy.
Y se fue.
Y estuvo años dándo vueltas. Buscándose la vida. Viajando.
Porque Iska primero es viajera y luego cirquera. Y eso es algo que he encontrado mucho aquí, en el circo latinoamericano.
Al principio vendía artesanías. Vivía donde le dejaban. Hacía autoestop. Se movió por todo sudamérica. Hasta que llegó a Colombia y allí empezó a conocer a la gente del semáforo. Y entonces se dio cuenta de que hacer circo era una manera muy eficaz de viajar. Así que aprendió a hacer malabares, manipulación de sombreros, monociclo ... Luego pudo hacer semáforo ella también y siguió con su ruta.
En este momento Iskándara lleva exactamente la mitad de su vida viajando.
Y, si te digo la verdad, Está Pasando es un repaso por cada uno de los lugares que ella alguna vez visitó. Volvemos sobre sus pasos, a saludar a sus amistades. A sus postales.
Podría decirse que Está Pasando es la conmemoración del viaje de Iskándara.
Ella podría contarte
mil historias. Y ojalá tengas la oportunidad de escucharlas como si fueran anécdotas de café. Porque esa es una de las virtudes que más fascinan de Iska: la naturalidad con la que lo inverosímil se vuelve cotidiano.
A través de ella podría contarte que, cuando lo sueltas todo, el todo viene a ti. Como cuando Iska se enamoró de una compañía que se dedicaba a recorrer los pueblos y villas en un camión de bomberos que se financiaba con trueque. Y acabó formando parte. La invitaron.

O también podría contarte cómo convirtió la experiencia traumática de su infancia en una pieza de circo que hacía llorar a los hombres e inspiraba a las niñas.
Podría contarte todas las historias que caben en la vida de las personas que no tienen miedo a vivirla.
Podría.
Pero no lo voy a hacer. Porque ella me las cuenta cuando vienen al caso. Cuando se acuerda de alguien o de algo que pasó. Para ponerme algún ejemplo. Para que la conozca mejor.
Y así pasan nuestros días.
Sobre el autismo
no sé si lo sabes, pero el autismo es un espéctro. No un espéctro de esos que se te aparecen si dices su nombre tres veces delante del espejo el día de San Valentín. Sino más bien un rango en el que se pueden apreciar distintos rasgos de neurodivergencia.
Algunos de esos rasgos se han convertido en icónicos y, probablemente, la imagen que tengas en tu cabeza del autismo es un cliché.
Iskándara es autista y no: no se pega golpes contra la pared ni se queda sentada abrazándose las rodillas hasta que resuelve problemas matemáticos complejos.
A veces se comporta de manera extravagante. Pero, qué sé yo, tú también. Bueno, y yo, ¡qué diablos!
Probablemente el rasgo más notable es lo que llaman batería social. Que se le agota rápido. También tiene una necesidad muy profunda de comprender el por qué de las cosas. Nunca se toma las cosas personalmente, aunque eso no sé si es por el autismo o porque se lo tiene trabajado a parte.
Lo que te quiero decir es que el hecho de convivir con alguien con autismo de repente es mucho más sencillo de lo que puedas imaginar.
Por ejemplo, imagínate que un día estás de mal humor, o triste, o cansado. Y no te apetece hablar. Si convives con alguien, pongamos tu pareja, y le dices que no te apetece hablar porque te sientes angustiado, es muy probable que la otra persona se lo tome personal. Bien querrá ayudarte o puede llegar a pensar que seguro que la causa de tus males es ella. Y eso va a detonar una cadena de supuestos y elucubraciones que puede acabar creando una situación aún peor de la que había. Tú solo necesitabas silencio.
Con Iska basta con explicarle cómo te sientes y pedirle un tiempo de silencio y tranquilidad. Y, ese tiempo va a durar hasta que tú decidas. Un par de días o tres, lo que necesites. Ella, una vez que lo entiende, ya no lo valora. Y eso es bastante bueno. Esa capacidad de no tomarse las cosas personalmente es un superpoder antisocial.
Hay una cosa que me llama la atención sobre el autismo y es la forma de relacionarnos que tenemos con él.
Por una parte, el autismo no es algo que se tiene, es algo que se es.
Esto puede parecer muy obvio, pero desde que la conozco, he vivido varias experiencias en las que las demás personas se frustran o le reclaman que se exprese de otra forma, o que no se haga la especial. Y, es complicado porque entiendo que hay personas que están dentro del espectro autista, que no se ajustan a la imagen mental que hay del autismo y que, por lo tanto, podrían estar finjiendo, ¿no?
Dicho así suena muy rudo e injusto. Pero, cuando conozcas a Iska, te aseguro que pondrás en duda si ella es autista de verdad. Lo que nunca harás es poner en duda lo que tú sabes sobre el autismo.
Lo hacemos todo el rato.
Mi compañera de viaje
Iska y yo nos conocimos a través de Craig hace años. Antes de la pandemia. Al principio era un eco lejano resonando en la historia de mi amigo. Una entidad que lo estaba ayudando, y eso me ponía contento.
Luego, empezamos a planear Está Pasando juntos. Nos pusimos cara y voz. Cada lunes teníamos una reunión online. No todos, pero siempre los lunes.
La fecha del viaje se fue acercando poco a poco, hasta que nos encontramos en La Plata. Craig hizo por estar ahí. Estaba pletórico. Para él era un “epic moment”.
Y entonces empezamos esto.
Al principio como socios. Teníamos un gran proyecto por delante y muchas tareas que resolver: planificar la ruta, arreglar la furgo, organizar las finanzas, conocernos.
Atravesamos juntos varios duelos, siempre rodeados de su gente, siempre sosteniéndonos mutuamente.
A pesar de lo intensos que han sido estos meses, nuestra relación ha sido fácil. Bonita. Dos personas enteras que se han propuesto algo gigante.
Una noche, después de muchas, nos hicimos el amor como si lo hubiéramos hecho desde siempre.
Y fue tan natural, que decidimos seguir amándonos.
Yo siempre lo había hecho al revés. Pero con Iska, primero nos conocimos hasta el tuétano y luego nos acercamos. Hasta nos sorprendimos de que existiera esa posibilidad. Miles de kilómetros después del punto de partida.
Cuando el viaje comenzó de verdad.
Pero aún estamos en La Plata, ¿recuerdas?
Y todavía faltan muchas cosas que contarte hasta llegar a ese momento.
Como cuando aprendí a montar carpas de circo; o cuando ayudé a Pablo a volar sobre miles de personas; o cuando atravesamos los Andes; o todas las historias de La Cósmica; los seminarios; las entrevistas; los pelícanos que protegen a los lobos marinos con excrementos; los descubrimientos antropológicos; los documentales; cruzar Chile y luego Chiloé.
Uf.
Queda mucho aún por contarte, también todo lo que pasó después.
Pero ya llegaré.
Hasta entonces, sé feliz.