Y llegó el siguiente capítulo.
Dejé el capítulo anterior cuando estábamos llegando a La Plata. Nos interceptó un amigo de Simón, que casualmente pasaba por Buenos Aires para recoger del aeropuerto a sus padres. El viaje fue agradable.
Hay palabras, como “agradable” o “interesante”, que en realidad no dicen nada. O sea, imagínate que te gusta una persona. Y esa persona habla de ti diciendo que eres una persona “agradable”. Ya está. No tienes nada que hacer. Te has colocado en un lugar aséptico: que no molesta pero que tampoco impregna. La palabra “interesante” parece interesante, pero en el fondo opaca. Ahorra una explicación. Es la no-concreción. La antipoesía.
Así que llegué a La Plata y, como no podía ser de otra forma, me recibieron con un asado. Mi primer asado argentino en Argentina. Probablemente murieron como cinco o seis animales distintos para esa bienvenida. Yo, como cúspide de la cadena alimenticia que soy, no tuve problema. Es más, me jacto de ello. Bueno, en realidad tengo mis contradicciones al respecto, pero no iba a decirle que no a una bienvenida.
Nuestro anfitrión era Lucio, El Turco. Un tipo copado. Tranquilo, organizado. De esas personas que se convierten en tus amigas antes de abrir la puerta. Era arquitecto también. Viajaba todos los días a Buenos Aires y se estaba construyendo una casa to guapa en La Plata. Su propio diseño. Creo que ese es el sueño de cualquier arquitecto. Estuvimos un par de días o tres con él, al norte de La Plata. De hecho, su casa estaba a cuatro cuadras de este lugar:
La República de los Niños se llama. Es un parque inaugurado por Perón y que inspiró a Walt Disney para construir Disneyland. Si te gustan las cosas frikis sobre experimentos urbanísticos al estilo Delirio en Nueva York, deberías echarle un ojo a este artículo sobre el lugar.
Viva Perón
¿Crees que este es un buen momento y lugar para hablar de Perón? Probablemente no. De hecho no lo voy a hacer, pero te voy a contar mi incursión a los postulados peronistas.
Tras pasar unos días en casa del Turco, nos fuimos a lo que yo llamo la Comuna Peronista de Junianos residentes en La Plata o CPJRLP, por sus siglas en español. Nos recibieron por la noche con otro asado súper rico. Había varias personas en un jardín muy bonito, tomando cervezas y debatiendo sobre fútbol y política. El epítome de la argentinidad.
Ahí aprendí varias cosas. La primera fue la vida y obra de Perón. Lo cierto es que todos en aquella casa eran personas muy inteligentes, preparadas y con argumentos de sobra para mil conversaciones interesantísimas (¡ja!). Yo, que soy un escéptico agradable (¡ja!) intenté verdaderamente entender qué puede llevar a un argentino, en una economía que hace aguas, seguir apoyando a un régimen militar de los años 50 claramente populista. Pues lo cierto es que me dieron mil argumentos convincentes.
No sé si me lo llegué a creer, pero de verdad que fueron conversaciones muy inspiradoras. Te voy a intentar resumir muy brevemente las ideas principales del peronismo:
El estado tiene la obligación de brindar unas condiciones de vida óptimas a cada individuo. Eso incluye infraestructuras, sanidad, educación, justicia y cultura.
Cada individuo es libre y responsable.
Se asume la coherencia y honestidad de la ciudadanía: todo el mundo suma.
Hay que fomentar la cultura, la educación, la filosofía y las artes en general.
Igual estas son las ideas con las que me quedé. De esto han pasado como 5 meses y muchos (muchos) kilómetros. Ojalá hubiera escrito esto antes. La cuestión es que Perón molaba mazo, o eso me hicieron creer. Luego, cuando volví a ver a Craig, me dijo que Perón era otro oligarca que creó un discurso para contentar a un pueblo entero y distraerlo para que no se fijaran en que, al final, Argentina y todos sus recursos le pertenecen a cinco familias que son extremadamente ricas mientras el resto de la población está condenado a la pobreza. Les mantienen lo suficientemente satisfechos y ocupados para lucrarse con todos los recursos del país.
Yo no voy a caer en el juego de tomar partido. Ni mucho menos en el de pretender entender algo tan complejo como la economía Argentina. Quien la entienda que la explique. Yo creo que nadie puede. Ni siquiera la gente de Argentina. Ni siquiera Perón. Ni siquiera Walt Disney.
Esto fue parte de lo que aprendí de ellos. Pero no todo. Aprendí algo mucho más importante. El día que Simón y yo llegamos, la CPJRLP recibió también una muy mala noticia. Uno de sus amigos, parte de la CPJRLP, había sido internado por problemas mentales serios. No estoy aquí para dar detalles, pero me volví el espectador inesperado de un proceso muy intenso y al mismo tiempo maravilloso.
La CPJRLP, como su propio nombre indica, se conforma por personas originarias de Junín. Lo cierto es que no sé cuál de los Junines de Argentina, porque he visto que hay varios. No importa. Un lugar hermoso. Esta gente, jóvenes en los inicios de su carrera laboral, se juntaron aquí en La Plata en su época de estudiantes. Hicieron piña. Son, a todos rasgos, una gran familia: tienen sus temas de conversación, sus rituales, sus desavenencias pero, sobretodo, su compañerismo.
Mientras estábamos en el asado llegaron las malas noticias. Hubo un cambio de energía radical. Se terminó el asado tranquilamente, recogieron todo y la velada pasó a ser una asamblea improvisada en la que cada uno pudo contar cómo le atravesaba la situación por la que estaba pasando su amigo en común. Resumiendo mucho la historia de esta persona, tenía que hacer frente a un largo proceso con muchos riesgos para sí mismo, sin tener el apoyo familiar. Estaban preocupados.
Entonces, decidieron que era la responsabilidad de todos hacerse cargo.
Uno a uno, fueron trazando un plan: roles, protocolos, visitas, responsabilidades. “Yo haré esto, luego tú llamarás a esta otra persona para que esté avisada”; “Tú irás el miércoles y recogerás tal cosa y se la llevarás”; “Yo hablaré con tal, para que me confirme que cual”.
Y, cuando me quise dar cuenta, habían puesto en marcha una estrategia de cuidados para su amigo. Una estrategia que suponía muchas renuncias para algunos. Pero contando con el apoyo de todos.
Ahí aprendí que existe un nuevo tipo de amistad que no conocía. Que quizás era muy común antiguamente en España. Quizás sigue siendo muy común aquí, en latinoamérica. Quizás esto fue algo inusual. No lo sé. Lo que ahora sé es que existe una amistad grupal que es más fuerte que la propia familia. Con hermanos de sangre que renunciarían a parte de sus vidas por sostener la tuya.
Sin dudarlo ni un segundo.
Ahora sí: La Plata

Otra de las cosas que aprendí en La Plata fue la lógica y el diseño de la ciudad. Simón se tomó la tarea de explicármelo, primero en bici y luego, cuando vio que no me enteraba, sobre el papel. Porque yo solo sé entender las cosas con dibujitos. Así que ahora me voy a tomar la molestia de explicártelo yo a ti, usando los dibujitos de Simón.
La Plata es la capital de la región de Buenos Aires. Aunque Buenos Aires sea la capital de Argentina. Es como si Arganda del Rey fuera la capital de la Comunidad de Madrid y Madrid la capital de España. ¿El motivo? Probablemente movidas entre hinchas del equivalente al fútbol de finales del siglo XIX, fuera lo que fuera en ese entonces. Esto es una suposición, no me creas. Mejor investígalo.
Ya que estoy, te voy a explicar cómo se explica una ciudad paso a paso.
Lo primero que haremos es ubicar la ciudad. Esto se hace siempre en función de otra cosa. Podría poner un punto en un mapamundi, pero sería muy impreciso. También podría poner un pin en un mapa de América del Sur, pero podría confundirse con Buenos Aires. Le pese a quien le pese, la mejor manera de ubicar a La Plata es tomando como referencia Buenos Aires.
Ahora, viendo esa imagen, ya podemos observar varias cosas. La primera es lo descomunal que es Buenos Aires. Para que te hagas una idea, desde el barrio de Boca, en el centro de la ciudad, hasta la plaza central de La Plata hay 53 km. Esa es la misma distancia que hay desde Alicante a Torrevieja. Y esa es solo sería la mitad del sur, luego, desde Boca, habría otros 60km de tejido urbano hacia el norte. Eso quiere decir que si teletransportáramos Buenos Aires y colocáramos el barrio de Boca en La Explanada, la ciudad iría desde Altea hasta Torrevieja. Todo eso lleno de personas que hablarían Valenciano con acento italiano.
Y entonces Maradona hubiera nacido en San Gabriel. Y hubiera entrenado en el campo de La Cigüeña. Jaja. ¿Te imaginas?
Una vez que ya tenemos ubicada a La Plata con respecto a otra cosa, vamos a ubicarla con respecto a sí misma. La ciudad está entre el río La Plata y el campo, o sea entre dos polos productivos. Además, está atravesado por una franja (avenida) que conectaría al campo con el río. Esto es interesante porque, al ser una ciudad de nueva planta en sudamérica, lo típico que hacían los jesuitas españoles era orientarlas al nordeste. Pero en este caso decidieron orientarla hacia el río.
Y ahora viene lo bueno:
Como ya has visto en la primera imagen aérea de La Plata, la que abre esta sección, la ciudad es muy ortogonal. Eso es muy común en las ciudades de nueva planta en América, pero en este caso está llevado al extremo: es un cuadrado, compuesto por muchos cuadrados.
Bueno, pues esas cuadras tienen la particularidad de que están organizadas del 1 al 31, desde el campo hacia el río. A partir del 32, hasta el 72 son las perpendiculares, alejándose de Buenos Aires. Esto puede parecer algo caprichoso y, de hecho, probablemente lo sea. O, quizás, está lleno de misticismo numérico; de códigos ocultos; de pistas masónicas que nos llevarían hasta el mismísimo Cáliz de la Alianza ®. Quién sabe. Alguien lo sabrá. ¿Pero quién? Yo no, desde luego.
La cosa es que la gente de La Plata se orienta de una forma peculiar, que me recuerda mucho a cuando fui al bingo para un cumpleaños de Roser. Dicen números, pareciera que al azar, pero saben lo que hacen. Es casi como en las películas gringas, cuando los policías dicen “atraco en la 15 con Central Park®”. Pero aquí dicen: “asado en la 12 con la 42”. Y todo el mundo sabe exactamente dónde es. Y luego, además, está el tema de que sabiendo el número de parcela, la calle y haciendo algunas cuentas, —que por supuesto jamás me aprendí—, puedes deducir entre qué dos calles está.
Y todo esto que te acabo de contar, me lo contó Simón, mientras me hacía exámenes teorico-prácticos en la bici. Para conocer la ciudad. Me decía: “llévame a la 12 con la 63”. Y allá que íbamos mientras me contaba historias y anécdotas de La Plata. Puedes considerar esta entrada a La Bitácora como una especie de examen final.
Sé feliz.
Te lo dedico a ti,
mi amistad más pura. Sin filtro. Noches de humo y escritura. Todas las reflexiones e ideas me llevan a ti. Aunque no fueran contigo. Eres esa masa gravitacional a la que siempre tiende mi inspiración. La fuente de los conceptos. Nunca sabré si una ruptura nos unió. Lo que sé es que te di por perdido, pero ahí estabas. Y no sabes lo feliz que me hizo saberlo. Todas las ideas posibles caben en una conversación. Lo difícil se hace ameno. De repente nos hicimos adultos, diferentes, pero para mí sigue habiendo una parte en la que somos indistinguibles.
(F)
Muy bueno! Y qué linda historia sobre los amigos ayudando a su amigo!